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China, los hispanos y el error de entendernos como calvinistas

Foto del escritor: Manuel GalánManuel Galán

En la gran partida de ajedrez geopolítico que define el siglo XXI, China se mueve con estrategia, pero no siempre con sensibilidad. Entre sus grandes errores destaca uno que puede tener profundas repercusiones: asumir que los hispanos funcionan bajo los mismos principios culturales que los anglosajones. Un malentendido que, además de costoso, le ha hecho perder oportunidades únicas para consolidarse como un aliado estratégico en Hispanoamérica.


El choque de valores: del calvinismo al catolicismo


Para entender este error, hay que remontarse a las raíces culturales de los dos grandes bloques occidentales: los anglosajones y los hispanos. Mientras los primeros construyeron su sociedad sobre valores calvinistas —pragmatismo, individualismo y éxito material como medida de virtud—, los hispanos tienen un enfoque profundamente influenciado por el catolicismo. Aquí, lo importante no es tanto la riqueza material, sino la justicia social, la comunidad y el bienestar colectivo.


China, al enfrentarse durante décadas a los países anglosajones, aprendió a jugar con sus reglas: el pragmatismo económico y las relaciones transaccionales. Pero al aplicar la misma lógica a Hispanoamérica, ha fallado en entender que aquí las cosas funcionan de otra manera. No se trata solo de negocios, sino de valores, de historias compartidas y de una identidad que trasciende fronteras.


China y los hispanos: una relación marcada por el malentendido. Mientras los hispanos se definen por su visión católica de comunidad y justicia social, China sigue tratándonos como si compartiéramos los valores anglosajones. ¿Qué está en juego?


Hispanos y anglosajones: una aversión histórica

Desde la colonización de América, los hispanos y los anglosajones han mantenido una relación de rivalidad. Mientras España dejó su legado cultural, religioso y lingüístico en el continente, los anglosajones, liderados por Estados Unidos, se posicionaron como el poder dominante, muchas veces a costa de los países hispanohablantes. La Doctrina Monroe, las intervenciones militares y las imposiciones económicas han dejado una profunda huella de desconfianza hacia los anglosajones en la región.


Este contexto histórico podría haber sido una oportunidad de oro para China. Al entender y respetar las sensibilidades de los hispanos, podría haberse presentado como una alternativa a la hegemonía anglosajona. Sin embargo, su apoyo a regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela demuestra que no ha logrado captar las aspiraciones y valores fundamentales de la región.


El error de apoyar a Maduro


Para los chinos, respaldar a Maduro en Venezuela era una decisión pragmática: asegurar acceso a recursos naturales como el petróleo y establecer una presencia estratégica en la región. Sin embargo, esta jugada se percibe en Hispanoamérica como un apoyo a la opresión, la corrupción y la crisis humanitaria que representa el régimen venezolano.


Aquí es donde el malentendido cultural se hace evidente. Mientras los anglosajones pueden aceptar alianzas basadas únicamente en intereses económicos, los hispanos valoran profundamente el componente ético. El respaldo chino a Maduro no solo ha afectado su reputación en Venezuela, sino en toda la región, donde la solidaridad entre los países hispanos refuerza una narrativa colectiva de rechazo a estas prácticas.


Una identidad más fuerte que las ideologías


Aunque a veces los hispanos parezcan divididos entre derecha e izquierda, lo cierto es que comparten una identidad cultural mucho más fuerte que cualquier ideología política. Este vínculo se basa en su historia común, su lengua y una visión social compartida. Mientras que los occidentales —especialmente los anglosajones— están profundamente polarizados, los hispanos tienden a unirse frente a desafíos comunes.


Un ejemplo claro es la diáspora venezolana. Millones de venezolanos han migrado a países vecinos, y en lugar de generar tensiones irreparables, este éxodo ha fortalecido la solidaridad regional. Los hispanos entienden el sufrimiento del otro como propio, algo que los chinos parecen haber pasado por alto al subestimar la reacción colectiva frente a su apoyo al régimen de Maduro.


Un aliado estratégico sin riesgos


Aquí radica otra gran oportunidad desaprovechada. Para China, apoyar a los hispanos como grupo no solo sería una estrategia beneficiosa, sino también una apuesta segura. A diferencia de otras regiones del mundo, Hispanoamérica no representa una amenaza para China. No hay competencia militar ni económica directa. Por el contrario, una alianza estratégica con los hispanos podría debilitar significativamente la influencia anglosajona sin riesgo alguno para los intereses chinos.


Además, los hispanos están buscando un socio que respete su identidad, que no llegue con imposiciones ni modelos extractivistas disfrazados de cooperación. Si China entendiera esta necesidad y adaptara su enfoque, podría consolidar un aliado clave en la región y ganar legitimidad global.


Cómo podría hacerlo China


El camino no es complicado, pero requiere un cambio de enfoque. En lugar de centrarse únicamente en proyectos de infraestructura o préstamos a gobiernos, China podría invertir en áreas que resuenen con los valores hispanos: educación, salud, cultura y desarrollo sostenible. Estos proyectos no solo beneficiarían a las comunidades locales, sino que también reforzarían la percepción de China como un socio respetuoso y comprometido.


Por otro lado, China debería reconocer el papel de la diáspora hispana, especialmente en Estados Unidos, donde representan una fuerza política y económica creciente. Un acercamiento a estas comunidades podría generar un efecto multiplicador, fortaleciendo su influencia tanto en Hispanoamérica como en el propio núcleo del poder anglosajón.


Conclusión: la oportunidad perdida (pero recuperable)


China ha cometido un error estratégico al tratar a los hispanos como si compartieran los valores calvinistas de los anglosajones. Al hacerlo, ha desperdiciado una oportunidad única para consolidar un aliado estratégico en una región que no solo tiene un enorme potencial económico, sino que también podría ser clave en su competencia global con Occidente.


Sin embargo, no todo está perdido. La identidad hispana sigue siendo fuerte y receptiva a nuevos aliados que respeten su cultura y sus valores. Si China logra adaptar su enfoque, podría no solo corregir sus errores, sino también posicionarse como un socio clave para los hispanos, construyendo una relación basada en el respeto mutuo y los beneficios compartidos. La pregunta es si los líderes chinos serán capaces de entender esta lección antes de que sea demasiado tarde.

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